Muy probablemente ya leyeron todos ustedes esta columna "Serpientes y Escaleras" de Salvador García Soto en el Universal. Pero si no lo han hecho por favor háganlo. El tiene de primera mano lo que esta sucediendo con la censura en W Radio.¿Por qué desmantelaron la W?Lo que en un principio parecieron torpezas de sus directivos, ahora se unen para configurar un patrón que apunta al desmantelamiento de un proyecto incómodo para algunos sectores sociales y del gobierno
Resultado de la sociedad de las dos empresas más grandes e influyentes de comunicación en Iberoamérica, la mexicana, Grupo Televisa y la española Grupo Prisa, la cadena W Radio logró en los últimos seis años posicionarse como una de las radios habladas más exitosas, abiertas y críticas del cuadrante.
Con una parrilla de noticieros, programas de opinión y de revista, integrada por periodistas y conductores de reconocida trayectoria, en pocos años la sociedad formada por la empresa de Emilio Azcárraga, al frente de la parte administrativa, y el consorcio de Jesús de Polanco, en la parte editorial y de contenidos, logró altos niveles de audiencia y se volvió una estación de referencia que ganó cada vez mayor influencia entre los radioescuchas por la apertura y libertad de su política editorial que carecía de los tradicionales controles, censuras y autocensuras que operan en la radio mexicana.
Una combinación de periodistas jóvenes y experimentados conductores, con nombres como el de Carlos Loret de Mola, Javier Solórzano, Carmen Aristegui, Ezra Shabot, Francisco Javier González, Javier Poza y Martha Debayle en la conducción, y una barra de comentaristas de lo más plural y formada por analistas, economistas, columnistas y voces de la academia, hicieron que la W llegara a contar con la parrilla más sólida y posicionada de las últimas décadas del Sistema Radiópolis; y sumada a un estilo creativo, moderno y fresco de hacer la radio, se volvieron espacios de pensamiento, crítica plural y entretenimiento.
Todo eso se logró bajo la dirección del español Raúl Rodríguez, apoyado en el colombiano Carlos Arturo Gallego, que llegaron a México, uno procedente de la Cadena SER, y el otro, de la exitosa Radio Caracol.
La experiencia radiofónica de los directivos de Prisa, aunada a la fuerza empresarial de Televisa, contribuyeron a la rápida consolidación del proyecto W Radio.
A tirarlo todo
En el momento de mayor éxito de la estación, cuando habían logrado construir una atractiva y escuchada barra informativa y de opinión, cambios internos comenzaron a provocar fracturas, rupturas y desprendimientos en su equipo de conductores y comentaristas.
A partir de la salida de Raúl Rodríguez de la dirección, ocurrida en septiembre de 2006, justo después de las complicadas elecciones presidenciales en México, comenzaron una serie de movimientos en la estación.
Paradójicamente, mientras Rodríguez era regresado a España y premiado con un alto cargo en el área de contenidos de la Cadena SER, por el éxito de Prisa en su primera incursión en la radio mexicana, el proyecto por el que lo premiaban comenzaba a tambalearse bajo la nueva dirección.
Javier Mérida llegó unas semanas antes de la salida de Rodríguez, para recibir la dirección del Sistema Radiópolis. Originario de Andalucía, el directivo llegaba con el cartel de haber dirigido una de las cadenas regionales de SER en el sur de España, que había logrado un exitoso modelo de ventas comerciales.
De hecho, cuando Mérida se presentó con el cuerpo directivo de W, aseguró que el encargo de los altos mandos de Prisa era “hacer crecer las ventas de la estación y reestructurar la parte comercial”.
Con la nueva dirección llegaron también nuevas decisiones en el manejo interno de la estación, sobre todo en el área de noticieros. Como segundo de Mérida fue contratado el periodista mexicano Daniel Moreno, con trayectoria en prensa escrita.
Moreno fue el encargado de instrumentar una nueva política, según la cual, la empresa decidió modificar el contenido del contrato de dos de sus conductores estelares, Carmen Aristegui y Carlos Loret de Mola. Ambos tenían en sus contratos facultades para dirigir el área de noticias, designar jefe de información, planear coberturas especiales y aprobar la contratación de reporteros, entre otras cosas.
Cuando la nueva dirección planteó la cancelación de esas facultades y el acotamiento de los conductores en la organización y planeación de sus noticieros, los problemas comenzaron. Loret de Mola argumentó la modificación de su contrato original sin previo aviso, y se inconformó con los cambios. La renuncia de Loret, en octubre de 2007, fue el primer indicio de que había una nueva política editorial en marcha en la W.
A eso siguió un cambio de programación. La empresa decidió cancelar, sin una explicación clara, la tercera emisión de Hoy por Hoy, que conducía el analista Ezra Shabot, y en la que participaba una mesa de comentaristas formada por los economistas del Grupo GEA, Ernesto Cervera y Mauricio González, así como por el columnista Adrián Trejo y por el que esto escribe.
En lugar del noticiero, se programó en el mismo horario al Weso, un programa que en dos años de emisiones se convirtió en un auténtico fenómeno de audiencia y que se transformó, según decían, en “la gran apuesta” de W Radio.
Casi al mismo tiempo que iniciaban negociaciones contractuales con Carmen Aristegui, y modificaban casi toda la programación, alterando incluso horarios comerciales, una ruptura se produjo en el Weso, justo antes de su lanzamiento al horario estelar del noticiero vespertino. La decisión de la empresa de cortar a dos de los integrantes del elenco del programa estelar desencadenó el rompimiento que afectó el relanzamiento de la emisión y la hizo perder peso informativo.
Ayer se produjo una ruptura más en W Radio. La periodista Carmen Aristegui se despidió del aire, después de seis años ininterrumpidos de transmitir su noticiero en las frecuencias de esa estación.
“Diferencias con la empresa” fue el argumento esgrimido por Aristegui ante sus radioescuchas.
Extraoficialmente se sabe que en las negociaciones contractuales no hubo acuerdo y que la conductora se negó a aceptar una serie de condiciones que tenían que ver con el manejo de su equipo informativo y de colaboradores. El rompimiento, según esas versiones, se produjo el jueves al mediodía.
Sin embargo, otra versión interna asegura que desde noviembre de 2007, directivos de la empresa habían asegurado a fuentes del gobierno federal que “en enero (de 2008) también se va Carmen”.
Es decir, que ya había una decisión tomada, por encima de las diferencias que surgieron en la negociación del contrato entre Aristegui y W.
Al final, en el balance de lo ocurrido en esa estación radiofónica, no hay lógica ni editorial ni comercial. Las ventas no se incrementaron y, por el contrario, la salida de nombres conocidos de los noticieros provocaron también la cancelación de pautas publicitarias de grandes anunciantes que se fueron con Loret, con Shabot y seguramente se irán también tras la salida de Aristegui.
Editorialmente, la estación se debilita y los nombres con los que sustituyeron sus salidas no representan ninguna apuesta seria para competir y mantener el nivel de calidad, de pluralidad y de opinión que tenía la estación.
¿Por qué una empresa que tiene una barra de noticieros exitosa decide de pronto desmantelarla? ¿Cuál es el cálculo de despedir a conductores de renombre y que además le generaban a la empresa importantes ventas, para sustituirlos con espacios inocuos y conductores monótonos? ¿Cómo se decide fracturar, justo a punto de relanzarlo, al que dicen es su “programa estelar” y su “gran apuesta”? ¿Es totalmente casual que se deshagan de periodistas críticos y cancelen espacios donde se ejercía la crítica al sistema y al gobierno?
Lo que en un principio parecieron hechos aislados o producto de “torpezas”, “descuidos” o “impericias” de sus directivos, podrían cobrar otro sentido y configurar un patrón que apunta claramente a una estrategia de desmantelamiento deliberado de un proyecto radiofónico que se fue volviendo incómodo para algunos sectores sociales y del gobierno.
La pregunta está en el aire, el mismo por el que se transmite la señal radiofónica, pero ahora con un contenido casi inocuo, entretenido pero de poco peso; podría decirse, “cómodo” para los que les incomodaba. ¿Por qué desmantelaron la W?
Los nuevos dueños del poder
Si algún tiempo los narcotraficantes se conformaron con acercarse a los políticos y comprarles con sobornos protección o su silencio cómplice, hoy las cosas han cambiado. El narco ya no pide favores ni compra políticos, ahora los hace, los apadrina o los fabrica para llevarlos, con su fuerza millonaria y la violencia de sus armas, a los cargos públicos y desde ahí asegurar su lealtad y protección a sus operaciones.
Los ejemplos se reproducen ya por todo el país, pero un caso que puso en evidencia burda y descarada la existencia de la narcopolítica en México son las recientes elecciones locales en Tamaulipas, el pasado 11 de noviembre.
La narcoelección fue tan real en Tamaulipas, que un ex candidato a la alcaldía de uno de los municipios más importantes narró a esta columna cómo después de la elección, él había decidido impugnar el resultado en su localidad.
“Tenía —dijo— todas las pruebas documentales de irregularidades y violaciones a la ley electoral local, que iban desde el rebase de topes de campaña hasta la propaganda ilegal en la campaña del candidato que ganó esa elección municipal”.
Pero cuando estaba a punto de presentar su queja ante el Tribunal Electoral de Tamaulipas, el ex candidato fue levantado por sujetos desconocidos, un domingo por la mañana, justo cuando salía de misa con su esposa y sus hijos.
Los secuestradores lo tuvieron varios días en cautiverio.
Le leyeron la cartilla y de lo que le dijeron en esos días, se derivó que simplemente se olvidara de cualquier impugnación al resultado electoral.
Otros políticos que vivieron de cerca el proceso en Tamaulipas hablan del modus operandi de los narcotraficantes en esas campañas.
En algunos casos se acercaban a candidatos ya electos por los partidos, pero en otros, lo hacían con personajes públicos a los que les proponían lanzarlos como candidatos por distintos partidos, si aceptaban su patrocinio.
El ofrecimiento consistía en tres cosas: primero, el financiamiento total de sus gastos de campaña; segundo, garantizan la seguridad del candidato, y tercero, ofrecen realizar una labor “de inteligencia” para la campaña, pero además, también de “contrainteligencia” para conocer a sus principales adversarios en la elección y afectar sus puntos débiles.
A cambio de tan generosa oferta sólo ponen una condición: el control de las direcciones de policía o de seguridad pública del municipio en cuestión, y la garantía de que podrán operar en la localidad sin ser molestados por las autoridades locales.
“Nosotros lo ponemos, nosotros pagamos y, por lo tanto, nosotros mandamos”, parece ser la nueva lógica del narcotráfico en cuanto a gobernantes locales.
sgarciasoto@hotmail.com